Todo está lejos. Todo es una copia, de una copia, de una copia.

lunes, diciembre 12, 2005

Por primera vez viajé en tren



10:30. Me siento en el tren por primera vez en mi vida. Siempre cuando viajo lo hago pensando en el lugar de destino, en llegar pronto. Ahora el fin del viaje era el viaje mismo. Una cerveza en el coche comedor "Hola, ¿a dónde viajas?" "A Talca ¿y tú?" "A Temuco y de ahí a Osorno" "Tengo cartas ¿quieres jugar?" "Ok, reparte no más". Después de una partida de carioca y un par de cervezas volvimos a nuestros asientos. A medida que el tren avanzaba atravezando pueblos y ciudades (la mayoría sin nombre para mí) el cansancio del carrete pasado, el vaivén, el racataca-racataca, me fueron hipnotizando. Dejo a Kerouac de lado (puede parecer un lugar común leer On the road mientras viajaba en tren, pero juro que fue totalmente inconsciente). Sueño. Cuando no quería dormir el insomnio me abandonaba...
Despierto y miro por la ventana, las luces están apagadas, afuera hay un pueblo que nunca había visto, una mole gigtantesca de piedra domina un río, un fuerte de cientos de años, una estación enorme, oscura, sin un letrero y cinco o seis casas repartidas en su entorno. Todo decorado con trenes abandonados, locomotoras a vapor oxidadas, carros destartalados que en las terminaciones de ciertos detalles mostraban elegancia, carros oxidados con asientos donde ya no quedaba madera, y mucho más. Todo un cementerio ferroviario habitado por fantasmas olvidados, sombras. Hubiera querido que el tren se detenga en esa estación, me hubiera encantado bajar sólo por un momento. Después atravesamos un río y luego un bosque. Vuelvo a dormir. Despierto cuando la humedad del rocío se evapora y hace que los campos parezcan mares grises repletos de pequeñas islas. Se acaba el viaje, pienso que tal vez de día sea mucho más interesante, pero de día no existe, son las 7:30 y estoy llegando a Temuco.

miércoles, diciembre 07, 2005

Sueño con Virginia Woolf


Estaba sentado a la orilla de una escalera. Pese a que era muy de noche había un calor particular en el ambiente. Era un viento tibio como vapor de tetera. "Terremoto o acabo de mundo" dirían las viejitas en el campo. Pero no, nada de eso pasaba, me hubiera gustado ver que todo se derrumbaba, que se habría la tierra y aparecía el diablo gritando "¡Te condenaste!". Pero nada. Ya quemaba el segundo cigarrillo vaciando una copa de vino, cuando algo hizo que me pusiera de pie, no sabría decir qué fue, hay cosas que es mejor no averiguar. El asunto es que algo como una mano helada me pasó por la espalda. Miré hacia adentro, el silencio se rompía con la música de la radio, por lo demás todo estaba oscuro. No tenía miedo, pero estaba muy intranquilo, como esperando algo.
Segunda copa, el cd estaba por terminar, ¿un ruido?, era como si alguien sollozara con la boca tapada, apenas audible. Le eché la culpa al vino, a la sugestión, a algún efecto de la música. Pero se hacía cada vez más nítido. Podría entrar a la casa a mirar, pero ¿a buscar qué?, me sentía un poco idiota, así que no hice caso. Subí un poco el volumen, por si el ruido venía de allí. Nada. Entonces miré la radio y soplé para apagarla, y puse mucha atención a la noche.
Todo era silencio de nuevo, decidí que no podía confiar en lo que creía haber escuchado. De todas maneras ya no estaba tranquilo, me sentía observado, y sentía como si tuviera que hacer algo que no había hecho. Y ahí estaba, bajo el naranjo del patio. Una sombra era luminosa a su lado. Tan triste, apoyando la espalda al naranjo con ojos resignados miraba al suelo. No quería moverme, sentía que ella estaba inmersa en pensamientos que yo jamás podría entender. Me miró, yo ya había visto esos ojos antes, en fotos, ojos sin expresión, oscuros, profundos, las pupilas como un par de agujeros negros, sin ningún brillo que acusara vida. La nariz recta, semiaguileña, y poderosa acentuaba este rasgo, haciéndolo más impresionante. Era joven, como si después de muerta hubiera permanecido en su estado más impresionante. Su vestido también era como de fotografía, no parecía mojado, pero goteaba mucha agua. Me miró como si no mirara nada, yo estaba petrificado, no sabía que decir, no podría haber dicho nada, cualquier palabra hubiera sido una blasfemia y una estupidez, el momento exigía silencio. Levantó un dedo acusador, y sin otra expresión dijo "slice". Mire hacia mi derecha y había un gran tobogán de agua. "Slice" repitió con la misma voz un tanto ronca pero limpia. No podía sino obedecer la orden y me dejé caer como en un desmayo sobre el tobogán.
(Tuve la tentación de agregar algo más, pero el sueño termina aquí. Por supuesto que desperté empapado de sudor, y lo más raro, parado frente a la ventana con vista al naranjo)