Recordando el día que estubimos en pelotas.

El otro día, saliendo de lo de Warhol, me senté a fumar un cigarro en las escaleras del museo. Mirando la estatua del frente me acordé de un guatón en pelotas encaramado arriba el día de Tunick, "es una buena altura", pensé. Entonces me acordé de ese día, el día que estubimos en pelotas, de las carreras hasta el cerro, de la gente más diversa corriendo, gritando, riendo, todo en pelotas. De cómo de repente te encontrabas conversando con alguien de lo más relajado, como si estubieras en un café, comentando tonterías, "echando la talla". De cómo todos estaban ese día absolutamente felices (excepto los evangélicos), y todos eramos, por única vez sólo seres humanos. No había jefes ni empleados, ni ricos ni pobres, solo hombres, mujeres y niños todos uniformados con el culo al viento. Una catarsis nunca antes vista que va a pasar a la historia. Desde ese día algo cambió, fue como la conclusión (o tal vez el inicio, no estoy muy seguro) de un proceso de liberación espiritual, sexual y corporal post dictadura, desde ese día los tradicionales temas "tabú" lo fueron sólo para unos cuantos pegados, se comenzó a hablar de todo libremente, tanto en la calle como en los medios de comunicación, desde ese día se respira (por lo menos acá en Santiago) un ambiente más distendido.
En fin, tanta gente en pelotas no pudo pasar en vano, y si bien no se produjo un cambio radical y absoluto como todos ese día profetizábamos extasiados de adrenalina, se produjo un relajamiento paulatino (sobre todo a la hora de tratar ciertos temas). No fué el empelotamiento lo que produjo los cambios, sino la demostración de que estos eran necesarios, de que la autodenominación de sociedad "cartucha" era impuesta por unos pocos que hacía años habían perdido el poder. Y en fin, que todos queriamos poner las presas al viento libremente.